Centro de atención médica. Acompañando a una persona que necesita ser atendida,
esperas tu turno en un vestíbulo lleno de pacientes. Frente a ti, un letrero pegado
a la pared: «El Colegio de Médicos actuará por vía penal contra toda clase de insulto
o agresión hacia el personal». Un poco más allá, otro cartel: «Se ruega guardar
silencio». En la sala de espera hay sólo una veintena de personas, pero el alboroto
es espantoso: conversaciones en voz alta, llamadas por el móvil. Parece un mercado.
Abundan las protestas con intención de que las oiga el personal sanitario que anda
cerca.
В.
Con quince minutos de retraso –plazo razonable, dada la acumulación de gente–, entras
en la consulta acompañando al paciente. Un médico con síntomas de agotamiento
atiende sin levantar la cabeza mientras rellena los impresos adecuados. Y cuando
a una de sus preguntas el paciente responde: «Desde las vacaciones», el doctor levanta
por primera vez la cabeza, lo mira con una sonrisa irónica y dice entre dientes:
«Yo no tengo vacaciones». Luego procede al reconocimiento, mientras a través
de la puerta cerrada llega el espantoso vocerío que continúa fuera.
С.
Te toca ir a urgencias. Como ahí la gente acude con problemas más serios, el griterío
es menor. Pero no faltan conversaciones telefónicas, voces en alto y protestas.
Por la espera, por la falta de asientos, por no poder fumar, porque no hay máquina
de café. Cada uno quiere exponer su problema, directa o indirectamente, cada vez que
el personal médico aparece en los pasillos. Con el pretexto de enfermedad propia
o cercana, la falta de educación alcanza en lugares como éste extremos asombrosos.
Aguantando estoicas las preguntas, las protestas y los malos modos, dos cansadas
enfermeras, con una buena voluntad digna de elogio, se ocupan de todo con mucha
habilidad y envidiable sangre fría.
adaptado de A. Pérez-Reverte, xlsemanal.finanzas.com, mayo de 2012